El
ruido en la estación
es
lo único que se escucha,
gente
desparramada por los andenes
y
la rutina se viste de fiesta,
la
tétrica ciudad arriba
se
pierde en los fríos metales,
oscuridad
en el alma
de
los transeúntes,
superficialidad
mezclada con ironía
emergen
de sus miradas.
Sin
embargo, como la flor en el pantano
reposa
el hombre y su meditación,
su
imágen produce un profundo quiebre
en
las mentes y el oscuro andén,
pues
el hombre yace casi inerte
en
esta prisión subterránea
.
Un
hombre y su absoluta calma
en
los tétricos pasillos del tren,
su
mirada hacia dentro
y
sus manos se estiran al cielo,
su
corazón palpita entre la gente
y
su respiración genera un sombrío abismo,
¡
ah si tan sólo el hombre mirara
sus
manos para comprender ¡
El
hombre medita en el sendero metálico
y
se abandona a si mismo,
se
rodea de sus inseguras pertenencias
y
de un campo de luz imaginario,
el
fluir de la ciudad lo desconoce
y
el tiempo parece un frágil cristal,
el
alma reposa sus alas
entre
aromáticas fragancias,
mientras,
el gentío no se inmuta
ante
la templanza desbordada,
es
que una mente mecánica
es
apta para los suculentos andenes,
tal
vez el silencio de un hombre
no
se escucha entre las frías vías.
El despertar de un hombre
es
la flor que crece entre las nubes.
¡
Ah tan fría es la esencia
en
aquella meditación ! ,
su
alma despega del cemento
hacia
el universo ilusorio,
el
despertar de un hombre se pierde
mientras
sus ojos se miran,
la
gente camina dormida,
a
veces el hombre también lo hace,
tal
vez su fúnebre cuerpo
quedó
abandonado en el andén,
su
corazón mecánico late por inercia,
mientras,
su vida se eleva a las estrellas.
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