lunes, 15 de octubre de 2012


El ruido en la estación
es lo único que se escucha,
gente desparramada por los andenes
y la rutina se viste de fiesta,
la tétrica ciudad arriba
se pierde en los fríos metales,
oscuridad en el alma
de los transeúntes,
superficialidad mezclada con ironía
emergen de sus miradas.

Sin embargo, como la flor en el pantano
reposa el hombre y su meditación,
su imágen produce un profundo quiebre
en las mentes y el oscuro andén,
pues el hombre yace casi inerte
en esta prisión subterránea
.
Un hombre y su absoluta calma
en los tétricos pasillos del tren,
su mirada hacia dentro
y sus manos se estiran al cielo,
su corazón palpita entre la gente
y su respiración genera un sombrío abismo,
¡ ah si tan sólo el hombre mirara
sus manos para comprender ¡

El hombre medita en el sendero metálico
y se abandona a si mismo,
se rodea de sus inseguras pertenencias
y de un campo de luz imaginario,
el fluir de la ciudad lo desconoce
y el tiempo parece un frágil cristal,
el alma reposa sus alas
entre aromáticas fragancias,
mientras, el gentío no se inmuta
ante la templanza desbordada,
es que una mente mecánica
es apta para los suculentos andenes,
tal vez el silencio de un hombre
no se escucha entre las frías vías.

El despertar de un hombre
es la flor que crece entre las nubes.

¡ Ah tan fría es la esencia
en aquella meditación ! ,
su alma despega del cemento
hacia el universo ilusorio,
el despertar de un hombre se pierde
mientras sus ojos se miran,
la gente camina dormida,
a veces el hombre también lo hace,
tal vez su fúnebre cuerpo
quedó abandonado en el andén,
su corazón mecánico late por inercia,
mientras,
 su vida se eleva a las estrellas.




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