jueves, 11 de octubre de 2012

El hombre metálico


Todo comenzó como suele terminar,
en una bóveda de fluidos abominables
reposa el feto en el vientre,
su mirada inexpresiva y vacía
absorbe imágenes psicodélicas,
imágenes provenientes  de una mujer,
madre que infecta el profundo vacío,
mujer que protege con un manto irreal
el ahora limitado mundo del niño,
el niño-hombre y el hombre-viejo,
el viejo muerto en la penumbra,
y luego, la vida misma.
 
El hombre ahora es metálico
y camina por las calles y el miedo,
miedo a si mismo y también a otros como él,
el ruido parece no escucharlo,
mientras, camina por esferas mentales
entre sangre y desprecio.
La vida lo ha golpeado mucho,
y a veces se oye un grito interno,
mezcla de dolor y placer
con una voz misteriosa,
un lenguaje incomprensible
de cicatrices en la carne.
 
El hombre camina dormido
y se posa en la oscuridad mental,
su pecho se comprime 
y su universo se expande desde adentro,
siente que la carne no es suficiente,
no hay cadenas en sus manos,
mas no se siente libre.
En ocasiones habla con pasión,
siente la brisa del llanto nocturno,
a veces mira sus manos sin entender,
se sumerge en la flor caída
y se aleja del bosque silencioso.
 
El hombre tiene ojos planetarios,
mirada tétrica y fugaz,
la nariz se mezcla en el horrible rostro,
y sus máscaras son  su escape perfecto,
su postura, la de un cadáver viviente,
su alma es la ceniza oscura,
y su sangre es la verdad en la ilusión.
A veces duerme entre sombras y espirales,
piensa en aquella vez
que despertó con sangre entre sus manos,
recuerda la muerte y el silencio,
recuerda la vida mecánica,
también recuerda un espejo.
 
Todo comenzó como suele terminar,
entre palabras lúgubres y el silencio,
entre la lluvia y el llanto,
entre el placer y el dolor,
entre la angustia y la dicha,
entre el fango y la rosa,
entre ilusión y realidad,
entre sombras y lunas,
entre muerte y la vida misma.

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