lunes, 24 de diciembre de 2012

La mujer en el árbol

Bajo un azulado cielo
el abismo en el silencio resplandecía,
parecía una luz fantasmal
que apenas iluminaba el suave rostro
de la mujer bajo el árbol,
el viento desplazaba sus lágrimas
y el ruido del agua opacaba el llanto,
un melódico sufrimiento
que describe figuras en el aire
y en sus ojos ya marchitos,
su lengua  acribillada
ante las mentiras que se dice,
el alma fracturado en miles
de fragmentos imaginarios
que a veces alucinan realidades,
sí, verdades inventadas, tan opacas
y efímeras como su propia vida,
ideas tan volátiles ante el fluir del universo,
éstas acribillan el sosiego
de las lágrimas ante el espejo,
es que su imagen no se parece
a la de un majestuoso árbol,
el cristal muestra el tormentoso mundo
en el que se atan sus cadenas,
un tétrico escenario del pánico
y un sin fin de paradigmas sangrantes.

La tristeza casi no la reconoce
entre sus agitadas formas emocionales,
sufre por la pérdida de aquél amor,
ese que trajo consigo la primavera
y toda una anatomía de navajas mortales,
recuerda el dolor antes del evento desafortunado
en que sus manos abrazaban su pecho.

Las flores en el pasto parecen nubes
que se mueven en una danza cósmica,
todo un universo que fluye incesantemente
mientras su amargura reposa tranquila
sobre el llanto derramado,
la mujer estira sus brazos hacia el cielo
mientras su ser se aferra a la tierra
con el miedo a despegar,
es que  es difícil abandonar el sufrimiento
cuando ya es una agradable compañía,
le es doloroso  imaginarse sola
y sin las cadenas estrangulando su alma.

¡ Ah! mujer del llanto subatómico,
niña de ojos metálicos
que bajo ese árbol parecen perlas,
diamantes que reflejan los entes
que atormentan tu inalcanzable calma,
pues ahí sentada ya no esperas nada,
sólo la implacable muerte
son su cronométrica secuencia,
sólo esperas que la vida acabe rápido
en el vaivén de las frustraciones,
imaginas la felicidad como una escalera
hacia lo profundo de tu esencia,
acaricias tu pelo dibujando una sonrisa
que sólo los pájaros interpretan,
el silencio ya es una flor marchita
y tu existencia se basa en el caos,
tu mente se ve acomplejada por el miedo,
y la tristeza,
 son suaves movimientos elípticos
alrededor de un centro imaginario.

Es que nunca pudiste conocerte
y desdoblarte hacia ti misma,
es que el mundo te mostró su horrible rostro
y el árbol refleja el tuyo,
tal vez debas no hacer nada
y que el abismo se transforme en silencio,
adoptar la postura de una flor
y que la luz acaricie tus pétalos,
reflejar la belleza oculta
entre soledades y tristezas.

La niña-mujer no abandona su árbol
ni tampoco se desprenden sus pétalos,
ha acumulado un gran sufrimiento
y el árbol ayuda en su reflejo,
su corteza es dura y mercurial,
su salvia es agria como la mentira,
sus hojas bailan quiméricas melodías
y sus raíces experimentan revoluciones,
su sombra protege como un  manto
el fluir de los días y las noches,
es el escondite perfecto entre las sombras
que acompañan la mirada de la niña-mujer,
ella descansa,
reposa,
duerme,
y se hipnotiza cada segundo
en el imaginario escenario escogido.

 

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